Escucha a las piedras, incluso ellas tienen su grano de sabiduría. ¿Cuánta sabiduría tienes tú en cambio? Es un bien bastante escaso en los humanos, la única certeza que tienen es que van a morir.

domingo, 25 de septiembre de 2011

La Biblia y el calefón

Año 33. Oriente Próximo. Un hombre moreno se sienta con sus amigos en lo alto de una colina cercana a un lago donde antes habían estado pescando un poco. Todo esto sería lo más normal por aquel entonces si no fuera por las cerca de 200 personas que se han sentado alrededor de la cima para escuchar al moreno. Por lo que decían ese tipo flaco y desaliñado era el hijo de Dios.
El tipo aquel les estuvo hablando sobre la igualdad, el amor y la solidaridad durante media hora y después se pusieron a comer. Pero iban a comer separados, cada uno con los que habían venido. Eso significaba media hora perdida, para eso se hubiese ido a tomar la siesta con María Magdalena, eso nunca hubiera supuesto perder media hora, ni dos. Le pidió a un hombre rudo con cara de roca que le pasara todo lo que tenían para comer, y lo separó en dos cestos: uno con pan y otro con peces.
Los cestos sin tocar pasaron al siguiente grupo. Perplejos. Atónitos. Confusos cual trabajo manual en Sabat. Aquel primer grupo se había llevado más comida de la que necesitaba, más pedazos de pan. ¿Para qué? Cogiendo un poco del cesto y dando más de lo puesto fueron pasando la comida. Uno puso un pedazo de carne, otro cogió la carne y dejo medio pescado. Poco a poco fueron pasando los cestos y necesitaban ya más para poner lo que dejaban.
¿Se imaginan si después de toda una lección de dar sin esperar recibir no lo pusieran en práctica? Luego lo escribieron mal, el periodismo en esa época no estaba muy calibrado, y hablaron de milagro. Pero hubo milagro, el milagro de que casi 200 personas dejaran de pensar en ellos mismo y diesen lo que tenían para montar una comida.
Estaba riquísima. Luego se fue con Magdalena, a hechar la siesta; ya saben, la biblia y el calefón.

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