Escucha a las piedras, incluso ellas tienen su grano de sabiduría. ¿Cuánta sabiduría tienes tú en cambio? Es un bien bastante escaso en los humanos, la única certeza que tienen es que van a morir.

jueves, 7 de junio de 2012

La mesa de los locos soñadores

Hoy algo me ronda por la mente y me impide cumplir mis obligaciones. Creo que el S. XXI está empezando a tomar la forma del siglo de la falsedad. Ya no nos enamoramos sino que sufrimos atracciones hormonales, llamamos a los errores experiencia, ya no nos comunicamos sino que nos tuiteamos, ya no hay perdón sino una prorroga pasional, las manos ya no tocan otras manos y en lugar de enfrentarnos a nuestros problemas rehuimos a eso para criticar a otras personas. Y oigan, eso no me parece.
Creo en el esfuerzo. Pero en el esfuerzo de verdad y no en el esfuerzo de última hora por cumplir y quedar bien. También creo que si no te esfuerzas, si no haces algo, aunque ese algo sea cometer un error, sólo puedes esperar a tener suerte. Mirando a la calle no veo eso, no veo que el esfuerzo sea recompensado, al contrario, veo demasiados desconsolados. Ahora pienso en concreto, sueños, personas, proyectos, ilusiones y gente que intenta mermarlas. Porque da igual tu posición, cuando te lanzas a la búsqueda de ese algo siempre hay personas que intentan destruirte. ¿Por qué? Porque ellos no tienen el valor suficiente para hacer lo que tú haces, porque viven esperando golpes de suerte. Porque la autocrítica no tiene cabida en este país. Apenas hay gente que lo haga.
Estoy recordando conversaciones de personas que me criticaban algún comportamiento o objetivo al que costaba llegar y simplemente ell@s habían hecho todo lo que podían y todo lo habían hecho bien. Existe esa gente. Y ahí te quedas tú con cara de ñandú sabiendo que siempre se puede hacer algo más y algo mejor, que siempre cometes pequeños errores y lo que haces es que tus aciertos se vean más que tus errores. Y te toca tragar otra tempestuosa crítica que muchas veces no solo no mereces sino que se la debería dar a sí mismo la otra persona.
Pienso en esas personas que no sólo tienen proyectos, sino que los intentan llevar a cabo. Muchas veces apenas les conozco, pero les sigo desde la oscuridad que me proporciona sentarme en la mesa más alejada del bar. Estás ahí cuando eres necesario y no como muchas otras personas que solo están ahí cuando las cosas van bien. ¿A cuántas personas has ido abandonando a lo largo de un año? Esas personas lo hacen para sentirse cómodas. ¿Pero cómodas en qué, en la falsedad?
Yo me emociono cada vez que alguien se acerca y me dice que ha visto algún vídeo, me sigue por la radio, ha leído cualquier cosa escrita por mi puño. Me alegro, y me alegro sean las 12 como las 02. Me alegro aunque esa semana haya dormido una mierda. Y por eso no me gustan esas personas cercanas que muchas veces impiden a otras personas que te digan algo. Forman como camaradas de emociones y sentimientos que tú has causado en otras personas pero que nunca vas a poder saber porque, sencillamente, a otras personas les parece que no te mereces, que en realidad no eres mejor que ellos aunque ellos se pasen más tiempo de fiesta en fiesta que trabajando. Porque hoy en día hasta conseguir una sala para ensayar conlleva hacer gestiones.
Muchas veces no se reconoce tu trabajo, pasa más a menudo en la realización, porque el hecho de estar detrás, dirigir a una orquesta de personas se diluye con lo que se ve. O porque en lugar de poner quien ha sido el encargado de la fotografía te ponen como colaboración. Colaboración, muy bien, pero, ¿en qué? Igual es justo lo que sobresale.
Me apena saber que siempre habrá ese tipo de gente, gente del mínimo esfuerzo, del vamos a preparar esto para mañana te llamo pero no sólo no tengo nada preparado sino que espero que me lo prepares tú. Y también me alegra saber que siempre hay personas que siguen de cerca tus progresos por pequeños que estos sean, que hacen un poco como tú, escondidos en la oscuridad de la última mesa te observan entre bocanada y bocanada a la pipa. Al final te acabas rodeando de esas personas y acabas haciendo cosas con esas personas y en cuánto al resto, pues terminan siendo tu Rufus Wilmot.

PD: Siento expresarme tan mal.

2 comentarios:

  1. Creo que al final es un reflejo de la cruda realidad y destacar el último párrafo porque he vivido una experiencia hace poco justamente similar, y lo malo es que luego si las cosas no salen bien, parece que tu eres al malo de la pelicula. Y desde luego como no animar a esas personas allegadas a ti que tiene:ilusiones, proyectos por pequeños que sean, que mas felcicidad te puede producir eso que ayudarle en ello y a que salgan mejor las cosas poniéndole tu granito de arena.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, la verdad es que eso es. Hay que apoyar. Yo dentro de lo que es el mundo del celuloide he visto cosas que no me han gustado. No poder llamar a tal o cual persona para poder que alguien trabajase mejor y sin problemas o porque otros tenían la opinión mal formada de que ese no sabe hacerlo. Esas cosas que uno se tiene que callar, sacar las castañas del fuego y defender al otro. Y si eso lo veo yo, no quiero saber lo que algunos dicen por ahí de mí. Seguro que de oírlo conozco a otra persona con el mismo nombre que yo y todo.
      Muchas gracias por el comentario.

      Eliminar